Madrid, 15 de septiembre de 2025. — La etapa final de la Vuelta a España en Madrid fue cancelada este domingo tras una multitudinaria protesta pro-palestina que bloqueó el recorrido y obligó a detener la carrera a unos 56 kilómetros de la meta. Alrededor de 100,000 manifestantes tomaron las calles de la capital para denunciar lo que llaman limpieza étnica y genocidio en Gaza, y para oponerse a la participación del equipo Israel Premier Tech en la competición. (South China Morning Post)
La protesta, hasta entonces pacífica en su mayoría según autoridades, derivó en enfrentamientos localizados con la policía cuando manifestantes derribaron barreras y ocuparon tramos de la ruta reservada para los ciclistas. Esto generó riesgos evidentes para los participantes, lo que motivó la suspensión del evento oficial. (Al Jazeera)
El gobierno español, encabezado por el primer ministro Pedro Sánchez, expresó su respaldo a los manifestantes: calificó su movilización como una “expresión de dignidad” y defendió que era legítimo protestar en favor de “causas justas como la de Palestina”. (Arab News)
Europa detrás del telón: la displicencia de la Unión Europea
Pese a la intensidad de los reclamos sociales en España y en otros países, la respuesta de la Unión Europea ha sido medida, ambigua y, para muchos críticos, insuficiente.
- A diferencia de algunos gobiernos nacionales como el español, la Unión ha evitado hasta ahora pronunciarse con firmeza sobre conceptos como “genocidio” o “limpieza étnica” en relación al conflicto en Gaza, manteniéndose en declaraciones diplomáticas más neutras.
- Se han producido debates internos sobre sanciones, sobre suministros militares, pero en la práctica la UE no ha definido acciones decisivas que modifiquen su respaldo político o económico de manera clara.
- Esta actitud —calificada por activistas como “cómplice por omisión”— ha generado frustración en los sectores que esperan que la UE actúe con más contundencia frente a lo que consideran violaciones sistemáticas de derechos humanos.
Conclusión
La protesta en Madrid marcó un punto de inflexión visible: una movilización social que interrumpe un evento deportivo de gran perfil, planteando preguntas incómodas sobre los límites del deporte, la política y los derechos humanos. La displicencia de la Unión Europea —su falta de respuestas claras frente a acusaciones de limpieza étnica— resalta en este escenario, no solo como una omisión diplomática, sino como un desafío ético que muchos ciudadanos nacionales y extranjeros consideran urgente confrontar.

