Por Sergio Lugo
Primera parte:
Propongo realizar el «Plan D», el cual consiste en analizar a los militares, policías, y guarda- espaldas, en México, frente a un posible atentado a Sheinbaum, y a los gobernantes de la 4T y/o la tentación de un «Golpe militar».
«El Plan A», fue tratar cambiar el Poder Judicial desde adentro, pero el Ministro Arturo Zaldívar no pudo. «El Plan B», fue ganar todos los diputados y senadores de la 4T en 2024, y así tener la «mayoría calificada», para hacer los cambios en la Constitución, para que, finalmente, la semana pasada, se pudiera realizar el «Plan C», y se elijan por voto popular a los integrantes del Poder Judicial.
Pero falta revisar el punto medular, a los que ejecutan las órdenes del Poder Judicial y del Poder Ejecutivo: los policías y los militares, respectivamente.
Y más ahora que la Derecha ya perdió la presidencia de la República, la mayoría en los Congresos, y a sus Ministros de la Suprema Corte.
Legalmente, ya no pueden vencer a la Izquierda y a la 4T, lo único que les queda, ante su frustración, es el uso de la violencia, y para eso tienen a los policías y militares.
Esa Derecha quizá puedan pagarle a algún policía o soldado para que puedan atentar contra Sheinbaum. O desde adentro del ejército, quizá haya soldados fascistas que puedan fraguar un «Golpe militar», contra la Presidenta de México (con ayuda del gobierno extranjero, vecino del norte).
La historia de México y de América Latina, nos dan muchos ejemplos, de cómo han habido soldados que han traicionado a su Patria.
Pero primero quiero contar experiencias personales, para mencionar que hay militares buenos y malos.
Hace años, un capitán del ejército, ya retirado, se volvió funcionario público, y en sus eventos, me dejaba que yo hablara libremente de las 4 Transformaciones de México.
He seguido de cerca a AMLO desde que lo desaforaron hace veinte años, desde entonces son decenas las veces que me acerqué a él para una foto, autógrafo o darle un obsequio o una carta, en todas esas ocasiones, AMLO tenía poca protección, era muy fácil que alguien le disparara. Esos testimonios los he dejado por escrito o en imágenes.
Incluso, ya como Presidente, López Obrador tuvo poca seguridad, su equipo de «ayudantía», más que de protección, funcionaba como de asistencia, ese era su círculo cercano, dirigido por Daniel Asaf, que debo decir, todos eran amables, pues la orden de AMLO fue dejar que el pueblo se acercara a él.
Quise contrastar esa seguridad con la del Presidente Biden cuando vino a México, para reunirse con su homólogo. La diferencia fue abismal. Fue el 9 y 10 de enero de 2023.
Biden se hospedó en el hotel «Presidente», de Polanco, de la Ciudad de México. Dicen que rentó todo el hotel para su equipo y personal(algo parecido sucedió cuando Obama se hospedó ahí), el edificio estaba cercado aproximadamente de una cuadra a la redonda.
El «Servicio Secreto», se encontraba en todas partes, vestidos de civiles. Yo sabía que sería imposible ingresar al hotel y mirar de cerca al mandatario estadunidense, pero quise hacer la prueba de hablar con uno de los miembros de dicho cuerpo de elite, tan famoso en el mundo.
Primero me acerqué a una mujer, era joven, le hablé en inglés, luego me mandó con un hombre, también relativamente joven (quizá no pasaba de 35 años), igualmente, me comuniqué en su idioma y le pregunté que sí podía entregarle de regalo, unos aretes para Jill esposa de Joe.
El hombre del «Servicio Secreto», me dijo aguardara, cuando regresó conmigo, me pidió amablemente si yo estaría dispuesto a responderle algunas preguntas, sí me podía tomar una foto, y si tenía una identificación. A todo respondí afirmativamente.
Yo sabía que me estaba grabando en audio desde el comienzo, y sus gafas negras siempre son cámaras. Él no me lo dijo, pero sé que al tomarme la foto con una cámara que él me mostró, usarían mi rostro para ver si no estaba en alguna lista negra, lo mismo que mi identificación.
Acerca del cuestionario (en inglés por supuesto), yo sabía que debía responder rápido, sin titubear, para que viera que no estaba nervioso, era un examen psicológico, mis respuestas salieron bien porque nunca mentí.
Algunas preguntas que me hizo fueron: que si he estado en la cárcel, sí sé usar armas, si he permanecido en algún hospital psiquiátrico, a todas respondí que no. Sí pertenecía a algún movimiento o asociación política, respondí que al partido Morena. Entre otras preguntas.
La que me dió rubor fue cuando me preguntó sí yo tenía alguna fijación por la Primera Dama, sonriendo le respondí negativamente, y que el motivo por el que le daba ese regalo fue porque eran aretes (en general, a los políticos hombres les regalo libros, y a las mujeres, aretes). Ya que los libros que yo cargaba, ninguno era conveniente para Biden debido a su contenido.
A ese agente le conté que también a Roberta Jacobson le regalé unos aretes de plata (de mi ciudad natal), cuando ella fue embajadora de EUA en México, en el segundo periodo de Obama.
El obsequio se lo dejé en su embajada, después ella me respondió agradeciendo mi regalo, en una carta formal, que me envió a la dirección que le di. Mi intención es promover la cultura entre ambos países, porque en EUA viven bastantes mexicanos.
Al final, el agente secreto, me dijo que lo espera, me supongo que fue a hablar con alguno de sus superiores, regresó para informarme que desafortunadamente, no podían recibir mi obsequio. Yo le agradecí que se haya portado cortésmente conmigo. Sentí una extraña adrenalina. Al poco rato, le conté esa experiencia a mi amigo capitán retirado del ejército.
Esa noche, me quedé cerca del hotel, observando cómo ingresaban los invitados a una cena con Biden, era en su mayoría, la comunidad estadunidense que reside en México.
Al día siguiente AMLO se reunió con Biden en Palacio Nacional, a pesar del operativo de seguridad, y que el zócalo estaba cerrado, me pude acercar al Palacio, por la puerta 8, donde los funcionarios mexicanos siempre ingresan. Sólo había la valla de siempre.
Ahí el operativo del «Servicio Secrero» era increíble, se dividía en tres bloques, el primero, eran jóvenes militares que quizá no pasaban de 25 años, vestían de civil, pero contrastaba su corpulencia con la de sus pares mexicanos que estaban cerca. Escuché que uno de ellos era de origen mexicano, y hasta miré que fueron a comprar tacos al pastor, se pusieron a comer cerca de sus camionetas.
El segundo, eran hombres de seguridad, entre 30 y 50 años, vestidos de negro con saco y corbata, y gafas, son los que fungen como guardaespaldas y choferes. Traté de hablar con ellos, pero sólo hacían señas de que no era posible.
Y el tercer grupo, eran hombres armados visiblemente, ya vestidos más como militares, eran afros y blancos, demasiado altos y fuertes. Seguramente eran marines. Son como los de las películas de Hollywood.
Había helicópteros, y algunos momentos bloqueaban la señal del celular. Prácticamente se convirtió en un búnker. Se informó que fueron alrededor de cien marines y agentes los que cuidaron a Biden en Mexico.
AMLO contaría después, que cuando Biden aterrizó en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), y se subió junto con el tabasqueño, a su limusina, llamada «Cadillac One», mejor conocida como «La Bestia», Joe le enseñó todo el equipo de seguridad del coche, (que es el más blindado), bromearon y se asombró del aeropuerto.
El equipo de logística estadunidense debió haber durado una semana previa al arribo del mandatario.
Obviamente no miré a Biden, sólo algunos funcionarios de menor rango tanto de EUA como mexicanos.
Esa noche se sumó a una cena, el entonces primer ministro de Canadá Justin Trudeau, con su entonces esposa, la carismática Sophie Grégroire. Su equipo de seguridad no fue tan grande como el de Joe. Políticamente, fue un éxito la reunión de los tres mandatarios en Palacio Nacional.
Lo que sí me ha llamado la atención, es que esa ocasión, y después, cuando el entonces embajador Ken Salazar u otros funcionarios estadunidenses llegaban a Palacio Nacional para reunirse con AMLO. El «Servicio Secreto», estaciona sus camionetas blindadas, de una manera estratégica para que el público no tenga buena vista al político, y los huecos de visibilidad, los llenaban los guardaespaldas, eso volvía complicado que alguien pudiera acercarse y disparar al embajador y a sus acompañantes.
En contraste, ahí mismo cuando llegaban funcionarios mexicanos para ingresar a Palacio era muy fácil saludarlos, y no se diga AMLO, afuera o cuando estaba en provincia, todos podíamos acercarnos, y cualquier persona dispararle, esa era su vulnerabilidad.
Recientemente se han descalificado documentos sobre el asesinato del Presidente John F. Kennedy, y se está demostrando que no fueron culpables ni la URSS ni Cuba, sino al parecer la CIA y el Mossad (el servicio secreto de Israel). Se ha señalado que posiblemente también le dispararon a Kennedy el copiloto de su coche.
El Presidente Ronald Reagan sufrió un atentado, en 1981, el agresor estaba tan cerca de él ¿cómo fue posible? ¿Y el Servicio Secreto? Aunque los agentes detuvieron al agresor, no pudieron impedir que él disparara.
Trump como candidato, también sufrió un atentado, la bala rozó su oreja, se ha señalado que el FBI no hizo caso del hombre que le disparó (se encontraba a tan sólo unos metros), pues ya les habían dado señas de un hombre sospechoso. ¿Cómo no se percataron del francotirador?

