Documentos clave y antecedentes de la intervención silenciosa de EE. UU. en México

El 27 de noviembre de 2024, la revista Rolling Stone publicó un artículo que atrajo la atención sobre una posible intervención militar estadounidense en México, con el fin de combatir a los cárteles de drogas. Aunque el reportaje, que no menciona fuentes directas, revela que miembros del equipo de transición del presidente electo, Donald Trump, han discutido la posibilidad de una “invasión suave”, con fuerzas especiales encubiertas para eliminar a los líderes de los cárteles, esta propuesta parece más una estrategia de falsa bandera que una solución real al problema del narcotráfico.

Esta intervención de Estados Unidos en México, que se presenta como parte de una lucha contra las “redes ilícitas transnacionales” que conforman los cárteles, está lejos de ser una acción aislada o una simple respuesta a una crisis de seguridad. De hecho, las acciones militares y diplomáticas de Estados Unidos en América Latina, particularmente en México, son parte de una estrategia de control geopolítico que viene gestándose desde 2017 bajo la administración de Trump, a través de la Estrategia del Teatro 2017-2027. Este plan no solo se enfoca en el combate al narcotráfico, sino que también tiene una clara dimensión económica y de control de recursos.

Intervención militar y el negocio de las armas

Uno de los principales motores detrás de esta intervención es el negocio multimillonario de las armas. Estados Unidos, como uno de los mayores exportadores de armamento en el mundo, se beneficia enormemente de los conflictos bélicos y de seguridad. En este contexto, la presencia de fuerzas estadounidenses en territorio mexicano, ya sea a través de ejercicios militares conjuntos como los realizados con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) o el despliegue de drones espías y aviones de vigilancia, puede entenderse también como una estrategia para mantener y expandir el mercado de armas. La industria armamentista estadounidense prospera con la constante demanda de equipos y tecnologías militares, lo que implica que la lucha contra el narcotráfico no solo es un esfuerzo de seguridad, sino también una vía de ingresos multimillonarios.

En este sentido, la estrategia de intervención de Estados Unidos, que incluye la capacitación de fuerzas especiales mexicanas y el envío de aeronaves de vigilancia, se conecta con un negocio mucho mayor. Esta «cooperación» entre ambos países, aunque presentada como un esfuerzo por combatir el crimen organizado, beneficia en gran medida a las empresas estadounidenses dedicadas a la producción y venta de armas, que encuentran en la guerra contra el narcotráfico una fuente constante de demanda.

La falsa bandera del terrorismo

El enfoque de Trump de etiquetar a los cárteles de las drogas como “Organizaciones Terroristas Extranjeras” abre un precedente preocupante: justificar una intervención bajo la política antiterrorista de Estados Unidos. Este enfoque no es novedoso, ya que se ha utilizado para justificar intervenciones militares en países como Irak y Afganistán, donde los intereses geopolíticos y económicos estaban claramente alineados con los objetivos de Estados Unidos, como el control de recursos estratégicos. En este contexto, el narcotráfico y el terrorismo se han convertido en excusas para expandir el imperialismo militar estadounidense bajo la justificación de una “lucha global contra el terrorismo”.

El peligro de esta narrativa es que, al etiquetar a los cárteles de las drogas como terroristas, Estados Unidos puede ampliar su estrategia de intervención militar en México sin enfrentar las mismas resistencias que con una invasión directa. La militarización de la lucha contra el narcotráfico se convierte en una herramienta no solo para asegurar la seguridad en la frontera sur de Estados Unidos, sino también para mantener el control sobre las dinámicas económicas y de poder en la región.

Intereses económicos y geopolíticos detrás de la intervención

Más allá de la lucha contra los cárteles, la intervención estadounidense en México también está motivada por intereses geopolíticos y económicos. La estrategia del Teatro 2017-2027 busca establecer una “presencia directa” de Estados Unidos en América Latina para asegurar sus intereses estratégicos en recursos naturales, como el petróleo y el gas, y mantener su influencia sobre las rutas comerciales. México, por su ubicación geográfica y su cercanía con Estados Unidos, es un jugador clave en este escenario.

Por ejemplo, proyectos estratégicos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico en el sur de México, que buscan conectar el Pacífico con el Golfo de México, han sido recibidos con interés por parte de empresas estadounidenses, quienes ven en estos proyectos oportunidades de inversión en infraestructura y recursos naturales. Así, la intervención suave de Estados Unidos puede estar relacionada con la necesidad de asegurar el control sobre estos proyectos y, en última instancia, sobre los recursos económicos de la región.

El nuevo embajador de EE. UU. en México: Ronald Douglas Johnson

La llegada de Ronald Douglas Johnson, un exboina verde con más de 30 años de experiencia en inteligencia y espionaje, como nuevo embajador de Estados Unidos en México, refleja claramente la continuidad de esta estrategia de intervención, que va más allá de lo militar. Johnson, con un historial destacado en operaciones encubiertas y lucha contra el narcotráfico, será una pieza clave en el cabildeo de proyectos estratégicos en México, que incluyen la lucha contra el narcotráfico y la implementación de políticas de seguridad que favorecen los intereses estadounidenses.

Conclusión: El intervencionismo disfrazado de cooperación

Lo que inicialmente parece una colaboración entre Estados Unidos y México en la lucha contra el narcotráfico, en realidad, se presenta como un intervencionismo encubierto que responde a intereses económicos, de control geopolítico y de mercado de armas. Aunque se justifica bajo el argumento de la lucha contra el terrorismo y las redes ilícitas, los beneficios claros de esta intervención se inclinan hacia Estados Unidos, que continúa expandiendo su influencia en la región mediante una mezcla de cooperación militar, diplomacia estratégica y control económico.

Este intervencionismo militar, camuflado bajo el concepto de “cooperación” y “lucha contra el crimen organizado”, representa no solo una amenaza a la soberanía de México, sino también una oportunidad para Estados Unidos de expandir su poder y asegurar su hegemonía en una región clave, mientras genera ganancias multimillonarias para su industria armamentista.

Mas información: Radio Zapata.

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